Seguí tus indicaciones
y efectivamente,
ahí estaba,
envuelta en sábanas
verde pastel.
-Demasiado dulce
para mi gusto
no le pegaba.-
Ahí estaba,
entubada y tirada
como una lechuga.
Y aunque se hacía la dormida
sé que me escuchaba.
Le dije: no te quejes,
sabes que te lo mereces.
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