Lo cierto es que yo
no nací.
No se le puede llamar nacer
al hecho de que
abrieran a mi madre
como a una sandía
y me arrancasen de cuajo
de sus entrañas.
Ese primer contacto con el exterior
quizás justifique mi visión del mundo,
mi tendencia al escapismo
y mis frecuentes pajas mentales.
Mis extrañas adicciones
se deben a que de algún modo
extraño la textura de la placenta
y esa placidez de vivir protegida,
sumergida en la ignorancia.
Manteniendo intacta la inocencia.
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