Me enfado porque me da la gana.
Me enfado sin motivo.
Me enfado; y no respiro...
Me ahogo en mis recuerdos enfermizos.
Y es que en el fondo, sigo siendo
la misma niña asustadiza
que rechazaba caramelos
de los extraños,
la misma niña asustadiza
que temía que
le hiciesen daño.
Y aunque el paso de los años
la haya ocultado en este
cuerpo de mujer,
la niña manda.
Y aunque la sombra de ojos
pretenda tapar el brillo
de su mirada,
la niña es sabia.
La niña nunca olvida.
No baja la guardia...
Te recuerda que no puedes
confiar en los demás,
aunque te prometan jugar
a papás y a mamás.
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