Me diste una semilla y dijiste:
haz con ella lo que te venga en gana.
Y lo primero que hice
fue ir a ver a mi prima Ana,
sí, la misma que vive exiliada
en una isla naturista.
No sé si fue el oleaje
o el calor que se pegaba
pero estuve unas semanas
sin parar de devolver.
Han pasado varios meses
y aún conservo tu ironía
en un saquito de tela
que guardo bajo mi almohada.
Porque aunque Ana
me explicó lo que quería,
no hacía falta...
Solo me bastó escuchar el nombre.
Quedan unos días
para que nazca la niña,
y se llamará María.
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