Dijiste: "no es un buen momento".
Mientras cerrabas la puerta contra mi nariz.
Nunca antes te habías puesto tan violento.
Yo no abrí la boca para otra cosa
sino para respirar,
y para colmo, se me coló
aquél característico
sabor a hierro templado.
Parece mentira que
después del tiempo que ha pasado
sigas preguntando el porqué.
¿Porqué no te quejaste, ni lloraste,
ni montaste alguna escena?
¡Con lo que te tuvo que doler!
¿Porqué te quedaste callada
al otro lado de la puerta
esperando a que saliera?
Como cuando se espera
a que pare de llover
sin saber muy bien porqué.
Cómo explicarte...
que las cicatrices que ves
no son nada
comparadas con las marcas internas
que he ido coleccionando en estos años.
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