Me noto dispersa...
Entro en escena
de forma involuntaria:
un gesto, un balbuceo,
ese detalle...
La tensión se torna insoportable
y aquí no hay quien piense y hable.
Salvo mi ángel,
la guardiana de las palabras sabe muy bien
en qué momento ha de sacarlas a la luz.
Lo observa neutral, lo vuelve natural
y me salva del naufragio.
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