Ya no me acordaba de la bailarina,
de esa afición tuya por coleccionar cajitas musicales.
Ya no me acordaba de lo mucho que me gustaba colarme a hurtadillas en tu habitación, -territorio prohibido cuando yo no estaba al alcance de tus ojos-.
Y no me acordaba de lo mucho que me gustaba revolverlo todo sin parar hasta encontrarlas, escondidas como cofres del tesoro. Y abrirlas despacito para evitar que la melodía sonase demasiado alto y me delatase.
Las alhajas eran lo de menos, tú nunca lo comprendiste...
Yo no buscaba tus perlas, ni quería tus rubíes, ni siquiera me gustaba el color de las esmeraldas, todo eso,
me daba igual...
Lo que a mí me fascinaba era aquella delicada figurita que brillaba y que bailaba al son de la metálica melodía.
Cuánto tiempo podía quedarme embelesada contemplándola y soñando despierta, con la ilusión del que sabe soñar porque todavía le queda muy lejos eso que llamamos realidad.
Pero ahora se ha hecho tarde y tú no estás, y no me quedan motivos para adentrarme en tu cuarto sin que me puedas mirar. Las cajas están vacías y la frágil bailarina ya no bailará jamás al compás de tu mecánica melodía.
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de esa afición tuya por coleccionar cajitas musicales.
Ya no me acordaba de lo mucho que me gustaba colarme a hurtadillas en tu habitación, -territorio prohibido cuando yo no estaba al alcance de tus ojos-.
Y no me acordaba de lo mucho que me gustaba revolverlo todo sin parar hasta encontrarlas, escondidas como cofres del tesoro. Y abrirlas despacito para evitar que la melodía sonase demasiado alto y me delatase.
Las alhajas eran lo de menos, tú nunca lo comprendiste...
Yo no buscaba tus perlas, ni quería tus rubíes, ni siquiera me gustaba el color de las esmeraldas, todo eso,
me daba igual...
Lo que a mí me fascinaba era aquella delicada figurita que brillaba y que bailaba al son de la metálica melodía.
Cuánto tiempo podía quedarme embelesada contemplándola y soñando despierta, con la ilusión del que sabe soñar porque todavía le queda muy lejos eso que llamamos realidad.
Pero ahora se ha hecho tarde y tú no estás, y no me quedan motivos para adentrarme en tu cuarto sin que me puedas mirar. Las cajas están vacías y la frágil bailarina ya no bailará jamás al compás de tu mecánica melodía.
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