La soneta de la libélula
El pequeño dragón de la laguna
vuela tranquilo sintiéndose libre,
no hay nada aquí que le desequilibre,
ni si quiera el reflejo de la luna
ni las canciones ñoñas de la tuna.
Resulta que de pronto se le abre
un mundo aparte cubierto de cobre
que muchos resabidos llaman cuna
pero él preferiría llamar tumba
o guarida de las almas perdidas
que buscan lo que ya nadie les daba.
Allí no llegan las lenguas de lava
allí sólo quedan alas mordidas
y restos de una noche que se acaba.
tremenda,me encanta¡¡¡¡
ResponderEliminarcon aromas de Lorca, muy buena¡¡¡
un besazo¡¡¡
Muchas gracias!! Aunque ya sabe quién tiene la culpa... ;) Un besazo!
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