A Bárbara Nita
Esta ciudadse deja llover en diagonal,
se empapa lentamente las aceras,
se llena de barro los parques
y empaña los cristales de los coches.
Este hombre aúlla a la luna
como un perro hambriento,
me pide que le seque las nostalgias,
a veces pienso que me tomó
por un pañuelo.
Aquella mano
con la que sostiene mi delicadeza
arrastra el peso de un cadáver de marfil,
sus huellas se perpetúan en el asfalto.
Rápido,
no queda tiempo,
hunde las piernas en barniz.
Rápido, no queda tiempo, ¡húndete en mis brazos!
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