martes, 25 de enero de 2011

Analítica


Abandonar la escena del crimen

deprisa y corriendo
tiene sus consecuencias.

Me lo imagino, con el típico malestar
de después de botella y media de whisky.
La boca seca, la tripa agonizando,
la conciencia golpeando mecánicamente sus sienes.
Y poco a poco, la vergüenza, la inseguridad,
el miedo, sí, el miedo.

Atravesar el umbral y cerrar despacio,
por si las moscas. Bajar dos escalones
y darse cuenta del olvido
demasiado tarde.

Demasiado tarde.

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