Encontrarle fue adentrarme a un laberinto de espejos.
Él hablaba de extraños que no ofrecían caramelos,
de pomos que resultaban fríos si ella no abría las puertas,
de chicas de rimmel corrido y cicatrices en las muñecas.
Por él aprendí a amar a boxeadores abatidos,
a no quemarme solo si las llamas son azules.
Me dijo que tocar el piano es como las matemáticas
y no como montar en bicicleta, que Praga
se encuentra a una distancia
que se mide con palabras
y se escribe con c.
Y que por encima de todo
hay que volar,
volar y escribir
incluso con las yemas de los dedos.
Precioso, como vos poetisa!!
ResponderEliminarNunca pares de volar y mucho menos de escribir¡¡¡
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