Los gimoteos llegaron antes que las lágrimas;
es lo que tiene el autocompadecerse,
se produce un delay natural,
una asincronía corpórea
y un halo de condescendencia.
Ay de mí,
sin mi ceguera
qué hay de mí...
¡Dejad que se sacrifique!
Nadie le obliga...
Nadie le ha obligado nunca
a andar a ciegas.
Aunque sea inevitable.
ResponderEliminarUn saludo, May :)