miércoles, 15 de agosto de 2012

Ay de mí...

Los gimoteos llegaron antes que las lágrimas;
es lo que tiene el autocompadecerse,
se produce un delay natural,
una asincronía corpórea
y un halo de condescendencia.

       Ay de mí,
    sin mi ceguera
   qué hay de mí...

¡Dejad que se sacrifique!
     Nadie le obliga...

Nadie le ha obligado nunca
a andar a ciegas.


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