En la boca no
le dijo mientras el hielo
se deshacía en un escalofrío
sobre su piel. Las flores
adornaban la muerte
de la virgen mentirosa
-cara y cruz del amor mon ami-
en una caja de cerillas guardó
los clavos del mismísimo infierno,
él vomitó gasolina junto a la caravana
anulando así cualquier resquicio de
olor a pino. Llegados al extremo
la pompa estalló como un chicle
y la realidad se les quedó enredada
en los cordones. Pero ella,
aún con la marca del culo en la silla
miró con temor al vacío
y le echó ovarios.
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