Nunca he esperado a nadie tanto tiempo como aquella vez en la que hundí mis pies en el charco de la plaza del ayer. Se pasó la lluvia y yo seguía esperando con mi chubasquero rojo y los pies descalzos, el corazón calado de lágrimas. Me dijiste que vendrías en seguida. Y yo obviamente te creía. Pero se me arrugaron las plantas y me llené de tierra y ceniza de un Malboro light. Y me cansé de que la gente se parase a señalarme.
Cuando te encontré, tenías un cubo de gusanos y una patada en el culo. Las manos sucias, la ropa seca, la herida descubierta... Me diste un abrazo porque eras incapaz de mirarme a la cara. Yo te dejé con tus gusanos, pero me llevé el cubo.
Celebro tu vuelta de donde que nunca te marchaste...
ResponderEliminarme encanta, sin mas.
un beRso.
Mery
"HAZ LO QUE AMAS" el consejo más grande que hemos repartido en servilletas de bares. Lástima que a veces se me olvide.
ResponderEliminarY tienes razón, no me he marchado, pero por si acaso
grito con más fuerza. GRACIAS