domingo, 12 de octubre de 2014

Minutos después de P.

Alimentar el alma a cañonazos
alimentar el duelo
a punta de espada
falsa es la boca que pronuncia las palabras
abdicar las pretensiones de mi cuerpo
para con el tuyo
abandonar los designios

alimentar el alma a cañonazos
alimentar el alma a punta de espada
tu integridad
se descompone en la desdicha
mi integridad
se descompone

la ambición de poseer tus manos
de posar mis manos en tus manos

despreciar la sonrisa efímera de tu rostro
incandescente en el fulgor de un estallido
deshaz los nudos
las cadenas hechas de promesas
tus artimañas no sirven para nada
vacío es el legado
la desesperanza, el anhelo, lo ilusorio
el anhelo de lo invisible
el anhelo de lo efímero
cegar el mar con la espesura de tu cuerpo


despedaza mi presente
delimita mis derechos
como a un infante

antes de que empiece a arder.

Como si quisiera


Estaba rodeada de mujeres de voces melódicas y narices orgullosas. 
Él raspaba con el sonido de su voz. Y yo conocía su tacto mucho antes de rozarle, tenía aquel tipo de piel curtida de sol y salitre, ligeramente suelta, como si quisiera despegarse de sí mismo, y asombrosamente suave por la edad. Sabía incluso el olor que desprendía, una mezcla de roble con azúcar y cenizas. Lo conocía muy bien, lo había olido en varios cuerpos antes de aquel momento. Y él probablemente lo intuía. Su sonrisa se proyectaba sala a través, me acariciaba las piernas. Su sonrisa se acercaba a mis piernas y el sonido de su voz me raspaba. Crucé las piernas, giré la cara. Aún no era el momento. Él no lo entendería todavía.

4:47 AM

El silencio resuena en tus oídos y acaba estallando en tus torpes y temblorosas manos que violentamente marcan un número que, sin ningún motivo que lo justifique, aún conservas en la memoria. Silencio. Da señal.